En Elizabeth Costello (DeBOLSILLO, Barcelona 2005, pp. 32-33) Coetzee nos habla de una escritora australiana, y comienza la novela presentándola acompañada de su hijo en un viaje a EEUU para recoger un premio universitario. La prosa de Coetzee es de piedra pero él mismo (un personaje: el hijo de Elizabeth) nos muestra algo que se le ha colado por entre las baldosas frías y duras:
"Detrás de sus ojos se derrama la tristeza como una cascada gris. Nunca debería haber venido aquí, a la habitación 13, sea lo que sea. Ha sido un paso en falso. Tendría que levantarse de inmediato y salir a hurtadillas. Pero no lo hace. ¿Por qué? Porque no quiere estar solo. Y porque quiere dormir. 'Dormir -piensa- enderezaría la manga enredada de la precaución.' ¡Qué forma tan extraordinaria de explicarlo! Todos los simios del mundo tecleando en máquinas de escribir no podrían dar con esa secuencia de palabras. Han salido de la oscuridad, de la nada: primero no estaban y luego estaban, como un recién nacido, con el corazón en funcionamiento y el cerebro en funcionamiento, con todos los procesos de ese intrincado laberinto electroquímico en funcionamiento. Un milagro. Cierra los ojos."
Volvemos sobre la frase: 'Dormir -piensa- enderezaría la manga enredada de la precaución.' Desde luego que es rara la frase, que aparece entrecomillada en el propio texto de la novela, como significándola, como avisando al lector de que no es de la misma familia de frases que las del resto de la novela... que parece una de esas malas hierbas que florecen por entre el enlosado del pavimento en cuanto uno se descuida en su limpieza.
¿Es una greguería? ¿Tiene sentido hacerse esa pregunta?
Hay algo que nos las recuerda:
- Es breve y sorprendente -esconde su significación en la primera lectura- y nos saca del camino por el que íbamos.
- Relaciona un concepto -la precaución, que sabemos que le ha faltado al personaje- con un objeto de la vida cotidiana -la manga- del que no sabíamos que tuviera nada que ver con la historia narrada.
- Y los conecta a su modo, porque nos dice que la manga está enredada, echa un lío perdida la prudencia, y que dormir la enderezaría -la reintegraría en la prudencia-.
Imaginamos a Coetzee dudando si mantener o no esta breve excursión/distracción en su técnica narrativa.
Quizá no la haya suprimido porque le pareciera útil para subrayar el momento de pérdida momentánea del sentido de la realidad en el que se encuentra su personaje, porque sólo eso explica que las palabras [le] salgan de la oscuridad, que primero no estuvieran y que luego sí que estuvieran.
Quizá se trate, como dice, de un milagro.
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